El
Tratado de la Comunidad Económica Europea (1957) tenía como objetivos primordiales e inmediatos la supresión de barreras aduaneras intracomunitarias (es decir, la formación de un área de libre cambio) y el establecimiento de un arancel común (es decir, la unión aduanera). Además, incidía en el desarrollo de distintas políticas comunitarias: la defensa de la competencia en el seno de la CEE, la política comercial común frente a terceros, una política común en agricultura y transportes (por imposición de Francia), la coordinación en políticas de balanza de pagos, la aproximación de las legislaciones nacionales, la creación de un fondo social (que permitiera el trasvase a los países más perjudicados por la liberalización del comercio) y la creación del Banco Europeo de Inversiones (para facilitar los préstamos a los países más desfavorecidos).
Para alcanzar la supresión de los aranceles, para llegar a lo que se ha llamado el "desarme arancelario", el Tratado de la CEE (TCEE) estableció tres fases que permitieran la reconversión progresiva de los países implicados. En una primera fase (1958-60), los países debían reducir sus aranceles un total del 30%, con una reducción mínima del 25% para cada producto (con tal de evitar especulaciones). Para la fase 2 (1961-66) la reducción total había de ser del 60%, con una reducción mínima del 50%. El desarme arancelario debía producirse, finalmente, en la fase 3 (1967-1968). El TCEE establecía, asímismo, una progresiva armonización de las tarifas exteriores: en la fase 1 un 30%, un 60% en la fase 2 y la consecución de la igualdad de tarifas exteriores en la fase 3. El TCEE preveía dos cláusulas adicionales: la Cláusula de salvaguarda (por la cual un país que se encontrara en dificultades podía retrasar el cumplimiento de los criterios establecidos) y la Cláusula de aceleración (para agilizar el proceso en caso de acuerdo unánime.
El éxito del TCEE queda de manifiesto en todos los indicadores económicos, a través de los cuales llegamos a la conclusión de que el establecimiento de la CEE no activó el crecimiento económico pero logró mantenerlo a gran nivel. La creación de la
EFTA (o AELC, Asociación Europea de Libre Comercio) en 1960 agrupó a Gran Bretaña, Dinamarca, Austria, Noruega, Portugal, Suecia y Suiza en un área de libre comercio y constituyó la respuesta de estos países a la creación de la CEE. Esto creó una Europa de tres velocidades, con tasas divergentes de crecimiento, y explica el progresivo abandono de diversos países de la EFTA para incorporarse a ella (Gran Bretaña y Dinamarca en 1973, Portugal en 1986, Austria y Suecia en 1995).
La CEE otorgó una protección arancelaria media más alta que la de Gran Bretaña y otros suministradores comportando, además, un aumento con respecto al nivel arancelario anterior por parte de Alemania, que sustituyó a EEUU como proveedor principal de bienes industriales. Los aranceles exteriores fueron reduciéndose progresivamente de acuerdo con el GATT a través de diferentes "rondas": la Ronda Dillon (1960-62), Kennedy (1964-67), Tokio (1973-79) y Uruguay (1986-94). La excepción fue, una vez más, los productos agrícolas por presión francesa y productos sensibles como los téxtiles o los de la CECA.