miércoles, 31 de octubre de 2012

El 73 y la integración comercial


La guerra de Vietnam (1964-75), la guerra del Yom Kippur (1973) y el final, por estas mismas fechas, de una era de gran innovación tecnológica que había permitido abaratar la producción y contener los precios, generaron una situación de profunda inestabilidad económica. El sistema de Bretton Woods, que desde 1944 había conseguido estabilizar la balanza de pagos entre las monedas europeas y entre éstas y el dólar, entró definitivamente en crisis. 

En esta primera situación de precariedad tras los brillantes años de la posguerra, los estados europeos se vieron obligados a llegar a grandes acuerdos, a una respuesta comunitaria que generara estabilidad bancaria y que estabilizara el mercado de bienes industriales. La ampliación de la CEE (incorporación en 1973 de Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca) y establecimiento en 1977 de una gran área de de libre comercio industrial compuesta por la CEE-9, los países EFTA y Grecia y Turquía (es decir, toda Europa excepto España), fueron consecuencia de este interés de los países europeos por volver al equilibrio.



La unión aduanera propiciada por el TCEE tuvo un efecto inmediato en la economía de los nuevos países que se incorporaron a ella, aunque bien es cierto que siguiendo dinámicas distintas: en el caso de Gran Bretaña es la progresiva comunitarización de su comercio la que explica su adhesión a la CEE (1973) mientras que en los casos de Grecia (1985) y España y Portugal (1986) fue su adhesión a la misma la que incrementó de una forma espectacular el comercio intracomunitario.

Ampliaciones de la Unión Europea

Sigla*
Detalles
CEE-6
(1958-1972)
En 1958, los seis estados fundadores de Comunidad Europea del Carbón y del Acero (Bélgica,República Federal AlemanaFranciaItaliaLuxemburgo y los Países Bajos), constituyeron laComunidad Económica Europea y la Comunidad Europea de la Energía Atómica. En 1962 se retiróArgelia la cual era hasta la fecha parte de del Imperio colonial francés.
CE-9
(1973-1980)
En 1973, se incorporaron el Reino UnidoIrlanda y Dinamarca (incluida Groenlandia y excluidas lasIslas Feroe).
CE-10
(1981-1985)
En 1981, se incorporó Grecia. En 1985 se retiró Groenlandia como consecuencia del referéndum de 1982.
CE-12
(1986-1994)
En 1986, se incorporaron España y Portugal.
UE-12
(1990)
En 1990, la unión de la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana (RDA) en una nueva RFA unificada, constituye una ampliación de la Unión sin que aumente el número de estados miembros.
UE-15
(1995-2004)
El término Unión Europea se empezó a utilizar formalmente en 1993. En 1995, se incorporaronAustriaFinlandia y Suecia.
UE-25
(2004-2006)
El 1 de mayo de 2004, se incorporaron República ChecaChipre (sólo la parte greco-chipriota),EslovaquiaEsloveniaEstoniaHungríaLetoniaLituaniaMalta y Polonia.
UE-27
(2007 - actualidad)
En 2007, se incorporaron Rumanía y Bulgaria, y en 2011 se incorporará Mayotte como región ultraperiférica de la Unión, a raíz del referendum de 2009.

OECE, motor de la recuperación


La aplicación del Plan Marshall en 1947 abrió la primera brecha en el desarrollo económico de Europa. Por un lado quedaron los países beneficiados por el plan y, por otro lado, los que no recibieron las ayudas: el mundo del Este agrupado en la Kominform (Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros) y la España franquista. La apertura de esta brecha no sólo tuvo consecuencias económicas sino también, y sobre todo, políticas pues los países que recibieron las ayudas norteamericanas iniciaron un lento proceso de integración y entendimiento común para administrar dichas ayudas. Fruto de este entendimiento fue la creación de la OECE (Organización Europea para la Cooperación Económica) en 1948, un organismo al que no se le ha prestado la suficiente atención si se le ha concedido una justa importancia. 

Ludwig Erhard, ministro de economía alemán, en una reunión de la OECE.


La OECE impulsaba tanto actuaciones conjuntas como las individuales de cada Estado, con el objetivo de solucionar los problemas que los países tenían en el terreno comercial y de los pagos. En el caso concreto de los pagos, los acuerdos bilaterales fueron práctica habitual tras la Gran Depresión y después de la segunda guerra mundial, por lo que se agudizaron los problemas de pagos debido a la falta de convertibilidad de las monedas y la escasez de reservas ya que la liquidación de los acuerdos bilaterales se hacía con oro o dólares. Uno de los principales objetivos de la OECE fue solucionar este problema y llevó finalmente a la creación de la Unión Europea de Pagos (UEP) el 1 de julio de 1950. La UEP era organismo de coordinación económica basado en el clearing multilateral, entre los países de la OECE, con una duración de dos años que se fue prorrogando hasta el Acuerdo Monetario Europeo (AME) en 1958.


Las deudas y créditos acumulados por cada país respecto el resto de los socios se compensaba automáticamente y sólo existía una posición deudora o acreedora neta única, de cada país respecto a la UEP. Los países se podían beneficiar de crédito de carácter limitado y disponían de una cuota en la UEP establecida en relación al peso específico de los intercambios comerciales de cada país miembro. La UEP facilitó los intercambios comerciales y contribuyó de forma importante a la convertibilidad de las monedas europeas (limitada a los no residentes), lograda (para 14 países europeos) el 28 de diciembre de 1958.


El gráfico precedente muestra el éxito de la OECE y la diferencia entre la primera y la segunda posguerra, una diferencia que se explica por la diferente actitud de los EEUU con respecto a la reconstrucción europea. Si tras la primera guerra mundial, los EEUU optaron por el aislacionismo, tras la segunda su intervención decidida y su empeño por fortalecer la integración europea a través del Plan Marshall consiguieron que se obrara el milagro de una espectacular recuperación. 


viernes, 26 de octubre de 2012

La Europa de tres velocidades


El Tratado de la Comunidad Económica Europea (1957) tenía como objetivos primordiales e inmediatos la supresión de barreras aduaneras intracomunitarias (es decir, la formación de un área de libre cambio) y el establecimiento de un arancel común (es decir, la unión aduanera). Además, incidía en el desarrollo de distintas políticas comunitarias: la defensa de la competencia en el seno de la CEE, la política comercial común frente a terceros, una política común en agricultura y transportes (por imposición de Francia), la coordinación en políticas de balanza de pagos, la aproximación de las legislaciones nacionales, la creación de un fondo social (que permitiera el trasvase a los países más perjudicados por la liberalización del comercio) y la creación del Banco Europeo de Inversiones (para facilitar los préstamos a los países más desfavorecidos).

Para alcanzar la supresión de los aranceles, para llegar a lo que se ha llamado el "desarme arancelario", el Tratado de la CEE (TCEE) estableció tres fases que permitieran la reconversión progresiva de los países implicados. En una primera fase (1958-60), los países debían reducir sus aranceles un total del 30%, con una reducción mínima del 25% para cada producto (con tal de evitar especulaciones). Para la fase 2 (1961-66) la reducción total había de ser del 60%, con una reducción mínima del 50%. El desarme arancelario debía producirse, finalmente, en la fase 3 (1967-1968). El TCEE establecía, asímismo, una progresiva armonización de las tarifas exteriores: en la fase 1 un 30%, un 60% en la fase 2 y la consecución de la igualdad de tarifas exteriores en la fase 3. El TCEE preveía dos cláusulas adicionales: la Cláusula de salvaguarda (por la cual un país que se encontrara en dificultades podía retrasar el cumplimiento de los criterios establecidos) y la Cláusula de aceleración (para agilizar el proceso en caso de acuerdo unánime.

El éxito del TCEE queda de manifiesto en todos los indicadores económicos, a través de los cuales llegamos a la conclusión de que el establecimiento de la CEE no activó el crecimiento económico pero logró mantenerlo a gran nivel. La creación de la EFTA (o AELC, Asociación Europea de Libre Comercio)  en 1960 agrupó a Gran Bretaña, Dinamarca, Austria, Noruega, Portugal, Suecia y Suiza en un área de libre comercio y constituyó la respuesta de estos países a la creación de la CEE. Esto creó una Europa de tres velocidades, con tasas divergentes de crecimiento, y explica el progresivo abandono de diversos países de la EFTA para incorporarse a ella (Gran Bretaña y Dinamarca en 1973, Portugal en 1986, Austria y Suecia en 1995). 




La CEE otorgó una protección arancelaria media más alta que la de Gran Bretaña y otros suministradores comportando, además, un aumento con respecto al nivel arancelario anterior por parte de Alemania, que sustituyó a EEUU como proveedor principal de bienes industriales. Los aranceles exteriores fueron reduciéndose progresivamente de acuerdo con el GATT a través de diferentes "rondas": la Ronda Dillon (1960-62), Kennedy (1964-67), Tokio (1973-79) y Uruguay (1986-94). La excepción fue, una vez más, los productos agrícolas por presión francesa y productos sensibles como los téxtiles o los de la CECA. 

jueves, 25 de octubre de 2012

¿Qué hacer con Alemania?


Si visualizamos mentalmente un mapa europeo y situamos en ella a Alemania podemos observar que, dada su situación en el corazón del continente, a lo largo de su historia ha ejercido su liderazgo sobre dos grandes áreas: la danubiana (de orientación NO-SE) y la atlántica (que forma una imaginaria diagonal SO-NE). La primera de estas zonas, vertebrada por el curso del Danubio, constituye la tradicional zona de influencia, el "espacio vital" (levensraum) al que se refería el geógrafo Friedrich Ratzel (1844-1904) y cuya formulación sería luego aprovechada por diferentes políticos para justificar el expansionismo del país. Después de la segunda guerra mundial -provocada por este expansionismo de carácter organicista- fue el área atlántica el ecosistema a partir del cual una Alemania reducida casi a su mínima expresión trató de reorganizarse. El problema que se planteó tras la derrota del nazismo ya no fue qué hacer frente a Alemania, como había sucedido tras el cierre en falso de Versalles, sino qué hacer con Alemania: "Vencedores y ocupantes -señala Salvador Forner en Comprender Europa. Claves de la integración europea (2010)- tenían que asumir la reconstrucción política y la recuperación económica del país vencido y ocupado, y eso obligaba a actitudes y métodos muy distintos a los de 1919". En el contexto de la guerra fría y la reconstrucción del orden europeo, la búsqueda de un nuevo equilibrio basado en la nueva hegemonía estadounidense y la intensa cooperación entre las democracias orientales y la RFA abrió un escenario en el que Alemania acabó consolidándose como pilar insustituible en el proceso de integración europea. La caída del muro de Berlín, que supuso la primera ampliación del país tras la guerra, abrió en el continente diversas e importantísimas especulaciones acerca de su futuro inmediato: ¿Volvería Alemania a fijar sus miras en el área danubiana o seguiría apostando por la Europa occidental? La decidida apuesta de Alemania por la Unión Europea despejó los temores y allanó el camino para futuros y decisivos entendimientos. 

miércoles, 24 de octubre de 2012

Tipología de los procesos de integración




Los procesos de integración económico política pueden diferenciarse a partir de tres variables: por grados de intensidad, por amplitud o por la presencia o no de instituciones supranacionales.

-Por grados de intensidad diferenciamos entre:
  1. Área de libre comercio: se produce cuando varios países acuerdan eliminar las barreras arancelarias existentes entre ellos, posibilitando así la circulación libre de mercancías. Para alcanzar esta situación de área de libre comercio los países protagonistas acuerdan una progresiva reducción de los aranceles hasta alcanzar el llamado desarme arancelario.
  2. Unión aduanera: establecida el área de libre comercio, los países consignatarios deciden establecer un arancel común frente al exterior.
  3. Mercado común: dentro del cual existe una circulación libre no sólo de mercancías sino también de personas y capitales. Esta situación es difícil de alcanzar en un grado absoluto y ni siquiera la Unión Europea ha llegado a ser un mercado común al 100%. 
  4. Unión económica: los países integrantes acuerdan políticas económicas conjuntas, como el establecimiento de una política agraria común o el establecimiento de una unión monetaria. 
  5. Unión política: fusión de países en una sola entidad jurídica. 

-Por amplitud, existen integraciones sectoriales (como por ejemplo la CECA, con un grado de intensidad de área de libre comercio) e integraciones globales (como el Benelux, con un grado de intensidad de unión económica).

-Por características institucionales existen uniones sin organismos supranacionales (sólo hay acuerdos intergubernamentales) y uniones con organismos supranacionales (por ejemplo, la CEEA). 

lunes, 22 de octubre de 2012

Los orígenes del entendimiento europeo


Cartel del Plan Marshall



La consecución de una moneda única por parte de los países que forman la Unión Europea puede ser interpretada de diversas formas: como un peldaño más en el avance del espíritu europeísta frente a la resistencia de los estados nacionales (tesis funcionalista), como una cesión interesada de soberanía por parte de los estados dirigida a su propio fortalecimiento (tesis intergubernamentalista) o como el resultado concreto del proceso dialéctico entre intereses propios de los estados y el proyecto común de integración (tesis neoinstitucionalista). Sea como fuere, la unión monetaria se trata de una realidad histórica que responde a causas tanto materiales como ideológicas, tanto fundamentadas como imprevisibles, y que tienen su origen en la situación provocada por los conflictos bélicos que sacudieron Europa en la primera mitad del siglo XX. 

Antes del estallido de las grandes guerras en Europa funcionaba el patrón oro, un sistema que, sin exigir la existencia de una estructura supranacional, en la práctica actuaba como una organización de moneda única. Además, y pese a la precariedad de las relaciones establecidas entre los países europeos, las fronteras tradicionales venían a conformar un espacio de equilibrio que la paz de Versalles se encargó de echar por tierra. La primera guerra mundial provocó que se desmoronase el entramado político y económico y, en el inestable contexto de entreguerras, voces autorizadas como las de Jacques Bainville o John Maynard Keynes alertaron sobre las consecuencias que podía suponer la paz alcanzada. Sobra decir que no exageraron con sus predicciones.

Superada la pesadilla de la segunda guerra mundial y con una Europa en ruinas, los EEUU comenzaron a hacer notar su hegemonía en Europa sustituyendo la política aislacionista que siguieron tras la primera guerra mundial por acciones decididas encaminadas a la reconstrucción del continente. Las administraciones norteamericanas entendieron que esta reconstrucción debía basarse en la superación de una organización basada en el Estado-nación por lo que ofrecieron su decidido apoyo a los avances federalistas europeos. El Plan Marshall de 1947 tuvo así dos vertientes: una vertiente económica a través del apoyo financiero y una vertiente política pues, indirectamente, los EEUU obligaron a los países europeos al entendimiento para poder administrar dicho apoyo. Fruto de este obligado entendimiento fue la creación del primer organismo de colaboración continental: la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE).

Además de por ser el año del Plan Marshall, el de 1947 es un año de especial importancia para la integración europea. En él se firma el Tratado de Dunkerke, por el que Gran Bretaña -que tras la pérdida de la India vira su rumbo hacia el continente- se alía con Francia y otros países en un sistema de asistencia mutua automática en caso de agresión militar en Europa. Con Alemania destruida y anulada económicamente, pero aún percibida como amenaza, el cambio de dinámica y el acercamiento de las autoridades alemanas hacia el núcleo de la Europa occidental es recibido con agrado por los EEUU, que hará todo lo posible por volver a situar este país en la vanguardia del "bloque europeo" frente al amenazante bloque soviético. Esta época es también el la del surgimiento de grandes movimientos europeos de cuño europeísta y de la formación de un ambiente a favor de la cooperación que llevará al Congreso de la Haya de 1948 y a la creación del Consejo de Europa* en 1949, un organismo del que emanan resoluciones tendentes a la integración, aunque no vinculantes.

___
*No confundir con el Consejo Europeo (reunión de jefes de estado o de gobierno de la Unión Europea que suele reunirse cada seis meses) ni con el Consejo de la Unión (o Consejo de ministros). 

viernes, 19 de octubre de 2012

Intergubernamentalismo y neoinstitucionalismo

INTERGUBERNAMENTALISMO. Frente a la visión idealista y teleológica del funcionalismo sobre la integración de Europa, Alan S. Milward (1935-2010) desarrolló en The european rescue of the Nation-State (1992) una nueva perspectiva, un nuevo paradigma de cariz estatocéntrico que presenta un desarrollo prudente de la unidad europea como consecuencia de la fuerza particular de las soberanías nacionales. El de Milward es, por tanto, un ejercicio de realismo político que presenta el interés de los estados (y no su idealismo) como motor de sus acciones: son los intereses nacionales los que desarrollan, ante situaciones de necesidad, el proceso de integración europea (CECA, CEE), poniéndole trabas cuando estos se ven perjudicados (CED).




NEOINSTITUCIONALISMO. El institucionalismo clásico, surgido en la primera mitad del siglo XX, partía de la comparación de las instituciones como base para el análisis formal de la sociedad. La reacción anti-institucionalista, de cuño intergubernamentalista, argumentó que lo importante no eran las instituciones sino los sujetos sociales que las crean a partir de determinados intereses. El neoinstitucionalismo (cuyo principal inspirador es Fritz W. Sharpf, en su libro Governing in Europe de 1999) surge a partir de la síntesis de estas dos visiones y preconiza el estudio de las instituciones sin despreciar el comportamiento de los actores políticos. Los actores políticos crean las instituciones a partir de intereses concretos pero, una vez creadas, estas instituciones adquieren un efecto estructurante que influye en los propios actores. El neoinstitucionalismo rechaza el teleologismo asociado con las teorías neofuncionalistas y, respecto al intergubernamentalismo, establece que el papel central lo interpretan los estados pero no de forma excluyente pues el propio desarrollo institucional europeo acaba influyendo en su dinámica interna. 

miércoles, 17 de octubre de 2012

El camino hacia la CEE



Para el politólogo alemán Ernst B. Hass los primeros años de la experiencia europea, tanto con sus éxitos (CECA) como con sus fracasos (CED y CPE), demostraban el "difícil salto" de lo económico a lo político. En su libro La Unión de Europa (1958) este autor considera la integración de los diferentes estados como un proceso progresivo derivado del spillover (o efecto inducido) de un sector sobre otros. Un proceso que, además, se lleva a cabo en un contexto en que se ha producido el incremento de la influencia de diversas élites socioeconómicas frente al anterior protagonismo del Estado-nación. 


La fotografía de Jean Monnet y los miembros de la Alta Autoridad de la CECA con el primer lingote europeo de fundición (30 de abril de 1953) simbolizó para muchos el éxito de los acuerdos europeos y la demostración de la reconstrucción industrial del continente. En esta situación de viento a favor, apoyado por el peso de concluyentes cifras de crecimiento, muchos empezaron a ver el absurdo que suponía el mantenimiento de las barreras arancelarias. La liberación de las manufacturas se imponía como una necesidad. En 1955, los presidentes de Bélgica, Holanda y Luxemburgo (Paul-Henri Spaak, Johan Willem Beyen y Joseph Bech) elaboraron el llamado «Plan Beyen», por el cual se proponía a los restantes países miembros de la CECA la idea de formar un mercado común del estilo del Benelux. El Plan Beyen constituía el germen de lo que acabaría siendo la Comunidad Económica Europea (CEE). 

El camino no fue fácil. En primer lugar, por las dudas de una Francia metida de lleno en la Guerra de Argelia (1954-1962) y en un contexto de consolidación de los bloques al consolidarse el soviético a partir de hitos como el Pacto de Varsovia (1955), el XX Congreso del PCUS (1956, que consolidaba la desestalinización) o el aplastamiento de la revolución húngara (1956). Pero será, sobre todo, la llamada Guerra del Sinaí (o Crisis de Suez, 1956) la que acabe desnivelando la balanza en favor de la CEE. La intervención de Eisenhower y la consecuente retirada de Gran Bretaña y Francia del conflicto instauraron una nueva época para las relaciones internacionales en la que la hegemonía de los EEUU era ya indiscutible. 

Ante esta evidencia, los derrotados optaron por caminos diferentes: Gran Bretaña estrechó sus lazos con su antigua colonia y Francia buscó establecer su propia hegemonía dentro de Europa. Esta actitud de Francia, como veremos más adelante, le llevó a una política de oposición frente a los EEUU y Gran Bretaña pero también a  perseverar en el proceso de integración, a pesar de su exacerbado interés por mantener su política proteccionista en el sector agrario. Los Tratados de Roma (25 de marzo de 1957), firmados en el palacio de los Conservadores del Capitolio romano, suponían la creación de la CEE y de la Comunidad Europea de  la Energía atómica (CEEA o Euratom).

martes, 16 de octubre de 2012

El fracaso de la CED


René Pleven

Envalentonado por el éxito de la CECA, el jefe del gobierno francés René Pleven lanzó la idea de la formación de una Comunidad Europea de Defensa (CED). Este proyecto, firmado por los seis miembros de la CECA, no llegó a cuajar debido a la no ratificación del mismo por la Asamblea Nacional francesa, produciéndose la paradoja de que el mismo estado que había realizado la propuesta fue la único que finalmente la rechazó. ¿A qué se debió este aparente contrasentido? 

Lo primero que debemos preguntarnos es qué pretendía el gobierno francés con la formación de la CED. Algunos autores han planteado que la idea que inspiró a René Pleven cuando propuso su célebre Plan fue, en realidad, un miedo: el miedo a la reorganización del ejército alemán. Este rearme, sin embargo, era querido y apoyado por los EEUU ante la evidencia de que Europa necesitaba a Alemania para desarrollarse económicamente y también para contener al bloque soviético. La CED, en este sentido, buscaba atenuar el protagonismo alemán ante un escenario todavía incierto.

Por otra parte cabe resaltar la reticencia de numerosos sectores frente a la supranacionalidad. Así por ejemplo, las industrias francesas del armamento y el textil temían tanto la competitividad de la siderurgia alemana como la de la industria textil alemana. En los años siguientes a la firma del tratado de la CED (mayo del 52) se produjeron una serie de acontecimientos que favorecieron la atenuación del miedo francés ante la recuperación alemana (debido a la dinámica de la Guerra Fría) a la vez que obligaron al gobierno de París a tratar de mantener el control sobre su ejército: la muerte de Stalin (1953) y el final de las guerras de Corea (Armisticio de Panmunjom, 1953) e Indochina (Desastre de Diem Bien Phu, 1954).

En esta situación de incertidumbre Mendes France, jefe de gobierno desde junio del 54, propuso atenuar la supranacionalidad de la CED introduciendo el derecho de veto pero se encontró con la oposición del resto de países. El contexto histórico no favorecía, por tanto, la formación de la CED, un organismo militar europeo que además requería la supervisión de un mando político europeo inexistente y, por aquel entonces, de naturaleza casi fantástica a pesar de la propuesta de la Asamblea de la CECA que contemplaba la creación de un parlamento bicameral, un consejo ejecutivo, un consejo de ministros y un tribunal de justicia común. En agosto de 1954, con 264 votos a favor y 319 en contra, la Asamblea Nacional francesa rechazó la ratificación de la CED.

Del funcionalismo a la CECA


Bandera de la CECA.


La primera gran aportación para la formación institucional de lo que más tarde será la Unión Europea fue la teoría política creada por David Mitrany (1888-1975), historiador y teórico político de origen rumano, ante el escenario de destrucción provocado por la segunda guerra mundial. Esta teoría tomó el nombre de funcionalismo (o institucionalismo) y sus principios fundamentales están presentes en su libro El funcionamiento del sistema de paz. Tras una reflexión acerca de las causas que habían provocado el gran enfrentamiento europeo, Mitrany llega a la conclusión de que el mundo debe caminar hacia la superación del Estado-nación a partir de la creación, desarrollo y extensión de agencias funcionales de carácter supranacional. Jean Monnet, el banquero francés considerado uno de los padres de la Unión Europea, recogió el testigo de Mitrany y trabajó en pos del europeísmo como principio favorable a los intereses nacionales. En 1943, el mismo año en que aparece El funcionamiento del sistema de paz, Monnet estableció con claridad su postura acerca de la superación del modelo que había llevado al desastre: 

"No habrá paz en Europa, si los Estados se reconstruyen sobre una base de soberanía nacional (...) Los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad y los avances sociales indispensables. Esto supone que los Estados de Europa se agrupen en una Federación o "entidad europea" que los convierta en una unidad económica común."

En este contexto se va a producir la llamada Declaración Schuman (9 de mayo de 1950) con la que el Ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, puso las bases de la Unión al proponer a los alemanes la apertura de un espacio de cooperación en la industria del carbón y el acero. El acuerdo con el canciller alemán Konrad Adenauer llevó a la formación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Esta primera entidad supranacional europea agrupaba a seis países: Francia, Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo e Italia y contaba con una Alta Autoridad (compuesta por nueve miembros y precursora de la Comisión Europea, una Asamblea (compuesta por personas designadas por los parlamentos nacionales y germen del Parlamento Europeo), y un Consejo de Ministros (formado por ministros de los seis estados integrantes y que anuncia el Consejo de la Unión Europea). La CECA entró en vigor en julio de 1952 y se extinguió en 2002 al cumplirse el periodo de vigencia, establecido en 50 años. Sus funciones y competencias quedaron integradas en la estructura de la Unión Europea. 

lunes, 15 de octubre de 2012

El OPNI



Jacques Delors definió a la Unión Europea como un “OPNI”, objeto político no identificado. La unión que se concedieron los europeos y que aún sigue en marcha, con sus avances y con sus retrocesos, no responde a los tradicionales conceptos de confederalismo o federalismo sino que es una mezcla de ambas y al mismo tiempo una negación de las dos. Como entidades confederadas tenemos el ejemplo de Suiza (aunque su estructura tiende imparablemente hacia el federalismo), de Gran Bretaña (con el desafío secesionista de Escocia en el horizonte) y, sobre todo, de la antigua Alemania, de aquel conglomerado de más de una treintena de particularidades unido por el simbolismo nominal del Sacro Imperio y, más tarde, por los débiles hilos confederales de los que le dotó el Congreso de Viena tras la caída del régimen napoleónico. La historia de los territorios germánicos desde esta época confederal hasta la actual Alemania es una historia de creciente entendimiento entre particularidades y de imparable fortalecimiento de los lazos económicos, culturales y políticos que han llevado a su presente federalismo. La historia de los territorios germánicos es, a su vez, un espejo en el que la Unión Europea debe mirarse necesariamente pues si Alemania consiguió unificarse gracias a la concesión de la ciudadanía (primeras elecciones al Parlamento por sufragio universal), a la unión aduanera (Zollverein) y a la unificación monetaria (Marco alemán), a Europa no le queda más remedio que preguntarse qué le falta para dejar de ser un OPNI y constituir una verdadera Unión.