La guerra de Vietnam (1964-75), la guerra del Yom Kippur (1973) y el final, por estas mismas fechas, de una era de gran innovación tecnológica que había permitido abaratar la producción y contener los precios, generaron una situación de profunda inestabilidad económica. El sistema de Bretton Woods, que desde 1944 había conseguido estabilizar la balanza de pagos entre las monedas europeas y entre éstas y el dólar, entró definitivamente en crisis.
En esta primera situación de precariedad tras los brillantes años de la posguerra, los estados europeos se vieron obligados a llegar a grandes acuerdos, a una respuesta comunitaria que generara estabilidad bancaria y que estabilizara el mercado de bienes industriales. La ampliación de la CEE (incorporación en 1973 de Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca) y establecimiento en 1977 de una gran área de de libre comercio industrial compuesta por la CEE-9, los países EFTA y Grecia y Turquía (es decir, toda Europa excepto España), fueron consecuencia de este interés de los países europeos por volver al equilibrio.
La unión aduanera propiciada por el TCEE tuvo un efecto inmediato en la economía de los nuevos países que se incorporaron a ella, aunque bien es cierto que siguiendo dinámicas distintas: en el caso de Gran Bretaña es la progresiva comunitarización de su comercio la que explica su adhesión a la CEE (1973) mientras que en los casos de Grecia (1985) y España y Portugal (1986) fue su adhesión a la misma la que incrementó de una forma espectacular el comercio intracomunitario.
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