Cartel del Plan Marshall
La consecución de una moneda única por parte de los países que forman la Unión Europea puede ser interpretada de diversas formas: como un peldaño más en el avance del espíritu europeísta frente a la resistencia de los estados nacionales (tesis funcionalista), como una cesión interesada de soberanía por parte de los estados dirigida a su propio fortalecimiento (tesis intergubernamentalista) o como el resultado concreto del proceso dialéctico entre intereses propios de los estados y el proyecto común de integración (tesis neoinstitucionalista). Sea como fuere, la unión monetaria se trata de una realidad histórica que responde a causas tanto materiales como ideológicas, tanto fundamentadas como imprevisibles, y que tienen su origen en la situación provocada por los conflictos bélicos que sacudieron Europa en la primera mitad del siglo XX.
Antes del estallido de las grandes guerras en Europa funcionaba el patrón oro, un sistema que, sin exigir la existencia de una estructura supranacional, en la práctica actuaba como una organización de moneda única. Además, y pese a la precariedad de las relaciones establecidas entre los países europeos, las fronteras tradicionales venían a conformar un espacio de equilibrio que la paz de Versalles se encargó de echar por tierra. La primera guerra mundial provocó que se desmoronase el entramado político y económico y, en el inestable contexto de entreguerras, voces autorizadas como las de Jacques Bainville o John Maynard Keynes alertaron sobre las consecuencias que podía suponer la paz alcanzada. Sobra decir que no exageraron con sus predicciones.
Superada la pesadilla de la segunda guerra mundial y con una Europa en ruinas, los EEUU comenzaron a hacer notar su hegemonía en Europa sustituyendo la política aislacionista que siguieron tras la primera guerra mundial por acciones decididas encaminadas a la reconstrucción del continente. Las administraciones norteamericanas entendieron que esta reconstrucción debía basarse en la superación de una organización basada en el Estado-nación por lo que ofrecieron su decidido apoyo a los avances federalistas europeos. El Plan Marshall de 1947 tuvo así dos vertientes: una vertiente económica a través del apoyo financiero y una vertiente política pues, indirectamente, los EEUU obligaron a los países europeos al entendimiento para poder administrar dicho apoyo. Fruto de este obligado entendimiento fue la creación del primer organismo de colaboración continental: la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE).
Además de por ser el año del Plan Marshall, el de 1947 es un año de especial importancia para la integración europea. En él se firma el Tratado de Dunkerke, por el que Gran Bretaña -que tras la pérdida de la India vira su rumbo hacia el continente- se alía con Francia y otros países en un sistema de asistencia mutua automática en caso de agresión militar en Europa. Con Alemania destruida y anulada económicamente, pero aún percibida como amenaza, el cambio de dinámica y el acercamiento de las autoridades alemanas hacia el núcleo de la Europa occidental es recibido con agrado por los EEUU, que hará todo lo posible por volver a situar este país en la vanguardia del "bloque europeo" frente al amenazante bloque soviético. Esta época es también el la del surgimiento de grandes movimientos europeos de cuño europeísta y de la formación de un ambiente a favor de la cooperación que llevará al Congreso de la Haya de 1948 y a la creación del Consejo de Europa* en 1949, un organismo del que emanan resoluciones tendentes a la integración, aunque no vinculantes.
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*No confundir con el Consejo Europeo (reunión de jefes de estado o de gobierno de la Unión Europea que suele reunirse cada seis meses) ni con el Consejo de la Unión (o Consejo de ministros).
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