viernes, 19 de octubre de 2012

Intergubernamentalismo y neoinstitucionalismo

INTERGUBERNAMENTALISMO. Frente a la visión idealista y teleológica del funcionalismo sobre la integración de Europa, Alan S. Milward (1935-2010) desarrolló en The european rescue of the Nation-State (1992) una nueva perspectiva, un nuevo paradigma de cariz estatocéntrico que presenta un desarrollo prudente de la unidad europea como consecuencia de la fuerza particular de las soberanías nacionales. El de Milward es, por tanto, un ejercicio de realismo político que presenta el interés de los estados (y no su idealismo) como motor de sus acciones: son los intereses nacionales los que desarrollan, ante situaciones de necesidad, el proceso de integración europea (CECA, CEE), poniéndole trabas cuando estos se ven perjudicados (CED).




NEOINSTITUCIONALISMO. El institucionalismo clásico, surgido en la primera mitad del siglo XX, partía de la comparación de las instituciones como base para el análisis formal de la sociedad. La reacción anti-institucionalista, de cuño intergubernamentalista, argumentó que lo importante no eran las instituciones sino los sujetos sociales que las crean a partir de determinados intereses. El neoinstitucionalismo (cuyo principal inspirador es Fritz W. Sharpf, en su libro Governing in Europe de 1999) surge a partir de la síntesis de estas dos visiones y preconiza el estudio de las instituciones sin despreciar el comportamiento de los actores políticos. Los actores políticos crean las instituciones a partir de intereses concretos pero, una vez creadas, estas instituciones adquieren un efecto estructurante que influye en los propios actores. El neoinstitucionalismo rechaza el teleologismo asociado con las teorías neofuncionalistas y, respecto al intergubernamentalismo, establece que el papel central lo interpretan los estados pero no de forma excluyente pues el propio desarrollo institucional europeo acaba influyendo en su dinámica interna. 

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